El lenguaje como dominio consensual

Normalmente comprendemos el lenguaje como una capacidad individual, como la propiedad de una persona. Decimos así, que los individuos tienen una capacidad para comunicarse a través del lenguaje. Esto, como podemos ver, le otorga precedencia al individuo con respecto al lenguaje. Implica que es el individuo el que habla y escucha. Asume al individuo como precondición del lenguaje.

Postulamos, al contrario, que los individuos, como personas, se constituyen asimismo en el lenguaje. Esto implica que le otorgamos precedencia al lenguaje con respecto al individuo. Y ello, como veremos, no es trivial.

Está claro que, para que un ser humano sea capaz de hablar, deben darse ciertas condiciones biológicas. Como el biólogo Humberto Maturana -en quien nos apoyaremos fuertemente en esta sección- siempre insiste en recordárnoslo, sólo podemos hacer lo que nuestra biología nos permite; no podemos traspasar los límites de nuestras capacidades biológicas.

Sin la estructura particular del sistema nervioso humano, y sin los desarrollados sentidos con los que están equipados los seres humanos, no tendríamos la capacidad de oír y hablar en la forma en que lo hacemos.

Pero el lenguaje no es generado por nuestras capacidades biológicas. Los «niños-lobo» (aquellos niños criados en la selva por los lobos y no por seres humanos), que tienen todas estas capacidades biológicas, no desarrollan aquello que conocemos como el lenguaje humano. El lenguaje, postulamos, no puede ser desarrollado por un ser humano aislado. El lenguaje nace de la interacción social entre los seres humanos. En consecuencia, el lenguaje es un fenómeno social, no biológico.

Es en la interacción entre diferentes seres humanos particulares -antes incluso de que podamos hablar de un proceso de individualización en el que nos constituimos como personas- donde aparece una precondición fundamental del lenguaje: la constitución de un dominio consensual.

Hablamos de consensualidad dondequiera que los participantes de una interacción social comparten el mismo sistema de distinciones para designar objetos, acciones o acontecimientos en orden a coordinar sus acciones comunes.

Sin un dominio consensual no hay lenguaje. Una vez que aceptamos lo anterior, no podemos seguir considerando al lenguaje como una propiedad individual. El dominio consensual se constituye en la interacción con otros en un espacio social.

Un objeto es siempre una distinción lingüística que establecemos con el mundo. Los objetos son construidos en el lenguaje a través de un acto de distinción. Una taza de té es sólo una taza de té para nosotros, no para la mosca que vemos posada sobre ella. Y la mosca sólo es una mosca para nosotros, no para la araña que vemos acercársele. Y así ad infinitum.. Los seres humanos vivimos en un mundo lleno de distinciones hechas en el lenguaje.

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